Son estas tres historias de esperanza, no digo más,
porque no hay otra forma de denominar la manera en que estos tres jóvenes han
decidido perseguir un sueño hasta atraparlo, y cómo se han negado rotundamente
a dejarlo ir. Los sueños son así de escurridizos, pero ellos han sabido ser más
veloces.
Son estas tres historias de esperanza, de las que han de escribirse
con letras mayúsculas y en dorado para que causen más impresión, de las que
pueden enseñarse en las escuelas como ejemplo, de las que bien contadas o bien
vividas pueden hacernos llorar.
Son estas tres historias de esperanza, para nada
excepcionales, sino comunes, cotidianas entre quienes han echado su suerte
junto al arte en aquel rincón de la Ciénaga de donde saco estas palabras, estas
historias, estas esperanzas…
I
De abogada a cantante. Del buró al escenario. De los
rigores del juzgado a la sabrosura de la música, porque Giselle tiene esa magia
y tuvo ese sueño hoy convertido en realidad.
Con una vida formada, una profesión largamente estudiada
y poco más de tres décadas de vida, cualquiera pensaría que esta mujer ha sido
vencida por la rutina diaria del trabajo a la casa y de la casa al trabajo;
pero lleva en su sangre lo de artista y lo de soñadora. Al enterarse de la
convocatoria a la I Beca para la Creación, abierta por el Conjunto Artístico
Comunitario Korimakao, no lo pensó dos veces.
Con su voz encanta, hace al auditorio enmudecer de
asombro. Una mujer de ley nacida para vivir entre el público que aplaude cada
tema, que la sigue en los coros, que la reconoce artista aun y cuando entre sus
«documentos formales» no aparezca ninguno que la avale como profesional; pero
eso a ella no le importa, porque sabe que el arte se lleva en la sangre, se
vive, se siente.
Giselle ha decidido dejar la abogacía a un lado, quizás
por ahora, quizás para siempre, para dedicarse a su gran sueño, la música. Para
otros quedaron los conflictos judiciales, las extensas leyes, las horas de
incesante estudio del derecho romano. Entre letras y canciones esta camagüeyana
construye su nueva vida, la que ha decidido vivir.
II
Con quince años hay dos cosas que no pueden faltar: las
fotos –las carísimas fotos- y la fiesta de quinceañera; pero Maday no quiso
ninguna de las dos. –Un violín, mamá, un violín para poder tocar; y de repente
las fotos y la fiesta se tradujeron en cuerdas y arcos, se transformaron en su
violín.
Artista por decisión propia y originaria de Baracoa, su
ciudad natal, esta jovencita de apenas 18 años ha reconocido en la música su
gran sueño, y sus padres han decidido apoyarla incansablemente. Con sus temores
normales decidió apostar por la oportunidad que Korimakao le daba y probarse
como instrumentista, segura de que podía,
y no falló.
Con su violín, Maday es hoy la más joven integrante de la
orquesta del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao y sorprende a
especialistas y aficionados, cuando asegura que nunca ha podido estudiar en una
escuela de arte y que su formación ha sido gracias a profesores particulares y
a la voluntad y el empeño personal.
A más de ochocientos kilómetros de su ciudad ha podido
realizarse como artista, y asegura que a diferencia de otras veces, se niega a
abandonar sus sueños. Quizás sea esa una de las razones por las cuales es hoy
la coordinadora del proyecto infantil Pequemakao,
el cual pretende acercar los más pequeños de casa a las diferentes
manifestaciones del arte.
Entre los pequeñines y su violín están las dos grandes
aspiraciones de esta joven artistas que se niega a dejar de creer en las buenas
acciones, en la voluntad personal y en los sueños.
III
Y si de soñadores se trata, nunca pensó Yoxgier cambiar
una paleta por un piano. Graduado de artes plásticas de la Escuela de
Instructores de Arte de Pinar del Río, decidió un buen día apostar por la
música sin saber cuán lejos llegaría. Solo bastaron el talento, la decisión y
la oportunidad.
Entre los más veteranos de quienes conforman los elencos
del Conjunto Artístico Comunitario Korimakao, este joven pinareño dirige hoy la
orquesta de de esta institución cultural y al decir de no poco conocedores, su
virtuosismo y destrezas en el piano sorprenden invariablemente.
Entre la música popular bailable o el jazz, de la
dirección de la orquesta al trabajo vocal o a la administración, parece no
tener fronteras más que las impuestas por él mismo. Con su modestia habitual
agradece las felicitaciones y agrega: “A eso le falta todavía”, como la seña de
que nada es perfecto.
Habituado a los rigores del clima del municipio Ciénaga
de Zapata y luego de cinco años de constante crear, Yoxgier apuesta por el
montaje de uno de sus proyectos más soñados: un concierto de jazz en el que
puedan acompañarlo grandes de la música cubana, de esos que saben reconocer el
talento aun cuando no venga acompañado de un papel con sus respectivos cuños y
firmas.
Mientras, trabaja para hacer realidad sus sueños, y cada
vez que tiene un tiempito también practica en la batería, otro de los tantos
instrumentos que por estos días ha decidido que puede llegar a dominar.
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