Las primeras letras para Hugo Rafael
Chávez Frías. La primera línea para un hombre que en apenas 14 años revolucionó
un continente, sentó en la mesa de diálogo como iguales, a un derechista, a un
indio y a una mujer, y por demás logró cambiar la vida de millones de personas
en este planeta.
Para Chávez, el hombre, el ser humano,
el soldado humilde y generoso, el amigo; para Chávez el político de verbo ágil,
de respuestas firmes, de metas casi inalcanzables, para él, nuestro primer
pensamiento.
Algunos días han pasado ya desde aquel
triste 5 de marzo. Una vez calmadas las aguas, sosegados los corazones y frías
las cabezas, se impone realizar un análisis de algunos hechos que no pueden
pasar por alto y que una vez más nos exponen verdades irrefutables.
Cuba, la tercera patria de Chávez, luego
de su amada Venezuela y Latinoamérica en su conjunto, lo adoptó desde el primer
momento como un hijo. Más allá de vanagloriarnos, esto sintetiza los
sentimientos que el líder bolivariano logró despertar en cada uno de nosotros.
No pocos dejaron de dormir cuando sucedió
el Golpe de Estado que lo mantuvo fuera del poder por cerca de tres días, a la
vez que en grandes masas salimos a las calles a recibirlo en múltiples
ocasiones. Como un hijo legítimo de Fidelvimos los cubanos al Hugo que en cada
discurso siempre tenía una frase de saludo y agradecimiento para esta isla.
La tarde de aquel día cinco removió al
mundo. De Norte a Sur, de Este a Oeste, las voces no pudieron ser acalladas.
Apenas unos minutos después los hermanos de lucha en todas partes del planeta
se dejaron oír. Cristina, Evo, Correa, el ALBA, la UNASUR, el presidente de
Irán, e incluso Barack Obama, transmitieron su mensaje al pueblo venezolano.
Todos, o casi todos, para evitar
absolutismos, dieron su posición precisa, menos Cuba. Un modesto comunicado,
con unas pocas frases mal logradas y menos pensadas, intentó hablar por todo un
pueblo que en ese minuto lloraba junto a otros tantos, la pérdida de un
verdadero amigo. Solo eso.
Seguro estoy que Rafael Serrano, tal y
como lo demostró al leer aquellas palabras, supo interpretar mucho mejor el
sentimiento popular que quien elaboró esas líneas. Eso y
nada más dijo Cuba aquel día, porque quien había muerto era uno más de los
presidentes.
Irrisorios los posteriores
acontecimientos. Mientras la gran parte de los mandatarios de la CELAC y el
ALBA se reunían en Caracas para acompañar al líder venezolano, nuestra alta
dirigencia, en una pésima jerarquización de las prioridades, realizaba un acto
conmemorativo. Y el recién electo primer vicepresidente lo demostró claramente:
unas pocas y parcas palabras se atrevió a incluir en referencia a los tristes
sucesos, las que sin ser especialista, se notaron forzadas y, me atrevería a
decir, agregadas a lápiz para quedar bien.
Casi tres días tuvo que esperar el
pueblo para rendir homenaje al hermano. No pocos pensaron en salir a las calles
a manifestar su pesar de forma espontánea, como debió hacerse, tal y como
ocurría en muchos países del mundo. Pero una vez más la espera de la orden
oficial nos ató de manos y pies, una orden que no llegó en el momento preciso,
cuando se demandaba.
¿Qué extraños mecanismos se articulan y
a qué niveles, para que una multitud que desea expresar su voluntad no lo haga,
aún y cuando no se opondría a principio o norma política alguna? ¿Por qué hubo
que esperar, o mejor, por quién?
Triste realidad la de los cubanos,
quienes estamos atados por presuntos fantasmas que nadie, o casi nadie, sabe
quiénes son o quién mueve sus hilos. La voluntad y el sentimiento colectivo no
lograron, una vez más, ser más fuerte que la lógica concebida e impuesta por
tantos años. Quizás no diga nada nuevo.
Cuba, y esto es lo cierto, llora y
llorará la muerte de Chávez, y cuando digo Cuba hablo de la gente humilde que
trabaja día a día para al menos poder comer, del panadero que hace el pan, de
la campañista que bajo lluvia, sol y sereno hace su tarea, del maestro que casi
sin ropa va a dar sus clases todos los días, de la gente sencilla que trabaja
la tierra, el manisero que “lucha” su esquina, de esa gente que algunos llaman
pueblo y yo seguiré llamando Cuba.
¿Y ahora?
Junto a Venezuela palpitan una vez más
los corazones de millones en el mundo. El chavismo ha representado para no
pocos latinoamericanos la esperanza real de un mundo mejor.Para Cuba aún más.
Hace algunas semanas escribí en esta
misma sección, en un trabajo titulado Lo
que pende de un hilo, lo siguiente:
« ¿Acaso alguien puede dudar que
Venezuela es nuestra nueva Unión Soviética y que en gran medida dependemos de
ella para el logro de todos nuestros proyectos y nuestras aspiraciones?
Es por eso que lo que suceda en aquella
nación tiene especial impacto en Cuba. No importan las crecientes relaciones
con otros países del orbe, el aumento del intercambio con Brasil o con el
gigante asiático. La patria de Bolívar tiene en sus manos el futuro de esta
isla, tiene el petróleo que necesitamos, piensa como nosotros, son una extensión nuestra.
Y sin embargo, los recuerdos de la URSS se levantan como muros
infranqueables. No existen procesos irrevocables. La historia más de una vez ha
demostrado su curso en espiral. Hoy avanzamos tres pasos, mañana retrocedemos
dos. »
Una vez más volvemos al ruedo donde se dan las verdaderas
batallas: a las urnas de este siglo. No caben dudas, al menos en lo personal,
que en esta ocasión el chavismo saldrá victorioso, sobre todo por el pueblo
sólido que dejó el líder bolivariano y por la efervescencia de estos días.
Un pueblo que reconoce claramente lo que significaría
perder en estas elecciones, lo cual pudiera ser un retroceso imperdonable en la
construcción del socialismo del siglo XXI. Sí, Maduro va a ganar, y ahí tendrá
un papel importante la imagen de Hugo Chávez, sus ideales y el plan que con su inmensa
claridad dejó elaborado.
Pero después vendrá la verdadera lucha: cuando tengan que
echar adelante a un país donde un 44% aún vive bajo la sombra de una poderosa
derecha, que cuenta con todas las armas y el apoyo necesario del exterior.
Cuba vuelve a centrar sus ojos y su destino en la tierra
de Bolívar. El péndulo continúa en movimiento.
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